[materials] Comunicado de la Oficina Social (Antropología y prisión)

Los múltiples ecos, resonancias, confluencias y desplazamientos que se abren a partir de las Segundas Jornadas de “antropología y prisión”, realizadas en Barcelona en marzo pasado, nos invitan a emitir este comunicado que tiene como objetivo hacer público lo público. Las diversas voces que se dieron cita en las Jornadas, así como la importancia que a nuestro juicio tiene la problemática tratada: los nuevos territorios políticos de la terapia, reclaman una visibilidad mayor. Como actores directos de las Jornadas, como sostenedores de su organización y de los virtuales nexos nacidos a partir de ellas, sentimos la responsabilidad de la insistencia. Venimos a insistir sobre algo muy preciso: el estallido de las instituciones totales y su esparcimiento sobre nuestros espacios de sociabilidad. Un conjunto de transformaciones que desvelan una fase de re-composición de los dispositivos de poder. A través de un análisis y una reflexión circular sobre un devenir terapéutico que disemina los dispositivos de las instituciones totales en la escuela, universidad, la ciudad, los lugares de trabajo, los espacios de la vida privada, etc. ha sido posible intercambiar las herramientas para poner en cuestión y desafiar la metamorfosis disciplinaria en acto.

Un trabajo independiente en cuanto a su perspectiva y autónomo respecto de las colectividades políticas organizadas, así como de instituciones públicas y privadas, nos ha permitido la composición de un espacio abierto que, desde el cruce de enfoques y prácticas, define en el ¿qué hacer? sus prioridades y líneas de acción. Una “Oficina Social” que pretende generar diálogos, conexiones y confrontaciones con grupos de pensamiento e investigación en distintos ámbitos: universidades, asociaciones, grupos políticos, espacios de pensamiento crítico y colectivos diversos que intentan incidir en los procesos sociales. Las primeras Jornadas, efectuadas en abril de 2007, hicieron posible un encuentro entre experiencias de trabajo y de investigación al interior de diferentes centros penitenciarios. Desde allí se dio inicio a un proceso de discusión en torno a las nuevas tecnologías y dispositivos del sistema carcelario y al rol estratégico que cumple la cárcel de Villabona en cuyo interior, y desde hace 15 años, se experimenta una tecnología de reforma para un nuevo gobierno de las prisiones: la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE).

La atención sobre esta emergencia, como un campo concreto en el que se están gestando transformaciones disciplinarias de largo alcance, nos ha llevado en el otoño 2007 a realizar una trabajo investigativo al interior de los módulos terapéuticos de Villabona. La semana de permanencia en el recinto penitenciario, con un trabajo que se extendía de la mañana a la tarde, permitió tener un acercamiento “real” de toda la Oficina a los mecanismos, prácticas y tecnologías de aquel espacio carcelario. La intervención, pensada como un complemento y una colectivización de la investigación que dos de nuestros compañeros realizaban en la UTE desde el año 2004, se cierra con la expulsión de toda la Oficina Social Antropología y Prisión. Se cierran los espacios de investigación y con ellos las relaciones de diálogo y de construcción de una mirada crítica sobre la intervención terapéutica, basada en la experiencia directa con la población reclusa y con diferentes estratos del medio “libre”: asociaciones, ONGs, Universidades, etc. Una expulsión que manifiesta una sencilla verdad: al interior de la cárcel, terapéutica o represiva, no hay espacio para la disidencia. Una expulsión que devuelve a las “reglas” su carácter de acontecimiento, es decir, de fuerza. Se refuerza con ello la profunda reflexión que, al interior de la Oficina, estábamos librando sobre la extensión de los sistemas terapéuticos, como dispositivos de mediación de los conflictos y las crisis crónicas del sistema penitenciario, a otros ámbitos como el escolar, el sanitario, el laboral, el ciudadano.

Dentro de este proceso de trabajo, uno de los objetivos centrales es discutir la transversalidad y la distribución de los mecanismos terapéuticos en tanto estrategias de control que tienden a globalizarse, es decir, cartografiar cómo, en diferentes ámbitos, emergen dispositivos análogos. Sin olvidar la radical diferencia de los espacios de encierro, dada por las distintas condiciones de la sobrevivencia, nos preguntábamos: ¿Cómo se relaciona la infantilización que opera en los módulos terapéuticos con los encierros que se practican en la escuela?, ¿Cómo se sobrevive al encierro y estigmatización que implica un diagnóstico a la hora de afrontar un día de trabajo?, ¿Cómo se afrontan las campañas de higienización y normativización moralizante que se nos imponen desde los gobiernos municipales?, ¿Constituye la terapia una forma emergente de control social, o renueva su fuerzas desde las instituciones clásicas desde las que procede?, ¿Qué otras prácticas construyen este nuevo modo de gobernabilidad? ¿Qué formas de resistencia o líneas de fuga se pueden generar en estos espacios?

Interrogantes como estas son las que nos obligan a cuestionar nuestro propio repertorio epistemológico y herramientas políticas para trabajar sin condicionantes. No es que olvidemos nuestras posiciones ideológicas, pero para poder penetrar y comprender este nuevo escenario pensamos necesaria una profundización empírica que permita la generación de categorías más allá del estrato fenoménico. Una generación de categorías en contra de la doxa académica y en contra del sentido común, que permita hacer visible esta dimensión de nuestra realidad social: denunciando, desocultando e intentando provocar las rupturas de evidencia. Porque nuestro compromiso no tiene que ver con rendir cuentas a las instituciones de saber, ni con mejorar las condiciones de las actuales formas de encierro. Nuestro compromiso tiene que ver con adentrarnos en este mundo y hacernos parte de esta lucha, porque desde las condiciones de aislamiento, patologización, infantilización y terapeutización en que están las personas reclusas, es muy poco lo que ellos pueden hacer. Y esto no implica que queramos caer en la ilusión referencial de hablar por ellos, pero sí hacernos responsables de una estrategia de visibilización, intentar que emerja el silenciamiento, militar o terapéutico, de sus voces.

Nuestro trabajo se propone estudiar las instituciones para enfrentar sus mecanismos: reglamentos, normativas escritas y no escritas, enlaces externos, redes de apoyo y las miles de asociaciones de esta nueva economía solidaria que conforman el nuevo escenario global de un ataque preventivo sobre la vida. Denunciar los efectos colaterales de la ayuda humanitaria en donde emerge el rol siniestro de gobiernos-ongs y las empresas que, en este entramado terapéutico, gestionan el conflicto público en la deriva de la privatización, la individualización de la responsabilidad y la falta, el perdón de la tutela y del castigo. Fenómenos de encumbramiento y encubrimiento del rol del poder terapéutico como nueva forma de gobernabilidad que tiene sus efectos de poder en la vida cotidiana de las personas. Privatización y psiquiatrización de las prisiones, subasta de la sanidad pública cuya primera consecuencia es la externalización de pacientes devolviéndolos a sus familias (la mayoría de las veces las causantes de sus enfermedades) además de transferirles los costos del tratamiento, contrato pedagógico como cláusula de permanencia para los niños “anormales”… Son algunos de los elementos que constatan las modulaciones actuales de las distintas prácticas de encierro.

Todo esto dentro de un marco global que se constituye a partir de los diversos modos de configurar las relaciones de inclusión-exclusión, en donde las viejas prácticas como la tortura no han desparecido, sino que por el contrario forman parte de la base, de la infraestructura donde se aplican las nuevas estrategias del poder. Un poder cuyo principal objetivo es -a partir de la maquinaria policial que hoy día ejercen los gobiernos- neutralizar e intentar disolver el conflicto social y cualquier tipo de cuestionamiento y antagonismo, criminalizar el disenso y en el marco de esta anulación, la desaparición de la condición existencial de la relación amigo-enemigo, propiciar el enmascaramiento de unos poderes que ponen a producir a la vida complementando la antigua cárcel con la cárcel “humana y rehabilitadora”, la represión callejera con las normas de convivencia cívica, y la bofetada con la pastilla. Capturados en el momento mismo de producir de nuestras propias vidas, el efecto más heavy es que somos nuestros propios vigilantes.

Para no concluir

Las nuevas estrategias del poder se valen de la seria indeterminación entre los espacios internos y externos, entre el adentro y el afuera de las instituciones, y a partir de allí introducen nuevas prácticas de legitimación sobre los lugares, el territorio, la población, la sociedad, la vida. Es aquí donde radica nuestra decisión de seguir trabajando desde el umbral de indeterminación que plantea el poder terapéutico en tanto que práctica de gobierno que circula en las distintas superficies de nuestra vida social: el sujeto, la familia, grupos, instituciones, ciudades, etc. Insistimos en la urgencia de ampliar el campo de acción y enfrentamiento sobre los dispositivos terapéuticos. El resultado de este proceso de investigación y discusión, un trabajo necesariamente en marcha, surgido en el ámbito concreto de las prisiones terapéuticas, ha sido por ahora el mostrar lo evidente: el poder terapéutico a la vez que se fija en el encierro se desliza hacia los otros estratos y puntos de la sociedad. Su inconfesable secreto es que da, en nombre de un humanismo difuso, una solución “económica” a problemas y conflictos políticos.


Dar horizonte entonces a una modificación estratégica, como lo es la ampliación de ese radio de acción y el cuestionamiento constante de nuestros marcos conceptuales. Es en esta instancia que relanzamos nuestra decisión de continuar pensando / luchando desde el eje del mundo carcelario, no sólo por ser la institución en donde quizás, con mayor intensidad, se ejercen estas nuevas formas del poder, sino porque nos sitúa en un nuevo escenario antropológico que redefine a “lo humano” y el estatuto mismo de la vida, de lo viviente, abriendo interrogantes imposibles de resolver si prescindimos de unos saberes y unas prácticas mas específicas que permitan enfrentar el nuevo universo punitivo.

Por esta razón el espacio de la Oficina Social se constituye como el espacio de un gesto, un gesto de reapropiación de un patrimonio de lucha que hoy intenta expropiársenos con la coartada de la prisión terapéutica. Un patrimonio de lucha que nos pertenece y cuya apropiación abre una traza, anticarcelaria porque antiterapéutica, que es a la vez una apuesta constante por abrirse a otros modos de hacer política, de entender el conocimiento, de otras prácticas subjetivas, generando nuevas alianzas cruces y también roces y fricciones en esa brecha, en ese umbral, entre el adentro y el afuera de todo intento de gobierno total.

Oficina Social (Antropología y prisión)